En la Italia de fines del siglo 19 está en curso un fenómeno histórico: cientos de miles de italianos dejan su tierra en búsqueda de pan y trabajo. Monseñor Scalabrini se da cuenta que el fenómeno está alcanzando dimensiones preocupantes, con implicaciones a menudo dramáticas y por esto, convertido en obispo de Piacenza, pone a la emigración en el centro de su compromiso pastoral. Justo para los inmigrantes italianos funda la Congregación de San Carlo y, para que sus misioneros tengan un apoyo en América, le pide a Francesca Saverio Cabrini de dedicarse, junto a sus hermanas religiosas, a esta nueva misión y de partir entonces a Nueva York. Francesca está muy indecisa: aceptar quiere decir renunciar a su sueño misionero en Oriente donde desde niña deseaba viajar siguiendo los pasos de San Francesco Saverio. Pero, confirmada por el Papa Leon XIII, Francesca aceptará la misión hacia el nuevo mundo. Es el 31 de marzo de 1889 cuando Francesca desembarca con un grupo de monjas en Nueva York. Pero, aquí nada de lo que creía encontrar está listo: ni una casa, ni las escuelas, ni el orfanato. Quien debía mantenerla, la Condesa de Cesnola, esposa del director del Metropolitan Museum, busca manipularla para sus intereses personales. El Arzobispo de Nueva York, monseñor Corrigan, quiere incluso devolverla. Y, sobre todo, Francesca se choca con el duro recibimiento a los inmigrantes italianos, convertidos en la escoria de la sociedad. A pesar de todas las adversidades iniciales, el carácter persistente y emprendedor sostenido por una inteligencia vivaz y una fe inquebrantable, aún frente a las pruebas más duras, ayudarán a la Madre Cabrini a hacer concreta y eficaz su misión, que la llevará a fundar 67 instituciones en el mundo, entre las cuales el Columbus Hospital. La Madre Cabrini es la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada.