Un devastador terremoto que alcanza una magnitud de 10.5 en la escala Richter asola la costa noroeste de los Estados Unidos y Canadá. Además de quedar sumergida bajo las aguas una gran porción de tierra, los tsunamis que se producen después contribuyen a agravar la situación. El presidente ordena entonces que se tomen medidas extremas para intentar frenar los seísmos.