El Johnny del título es un buen tipo, joven, petiso, amante de los deportes (conducía un programa radial sobre el tema), básico en sus creencias y aspiraciones de vida. Pero antes de contraer matrimonio y de tomar un trabajo horrible recomendado por su suegro, conoce a una rubia deliciosa y liberal con la que empieza a tener afinidad. Cerveza en mano, la playa y un auto descapotable son suficientes para que todo el edificio de certezas de Johnny se cubra de dudas y empiece el tembladeral.